Hay cosas que un niño nunca olvida por más años que pasen: un gran castigo, la primera mascota o algunas confesiones de los adultos. Cuando tenía ocho años, Macario escuchó sin querer a su abuelo decir: “Fíjate, Agustina, que cuando me voy a dormir oigo varias voces, como si vinieran...
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