Allan Pinkerton
Allan Pinkerton (Glasgow, 1819 – Chicago, 1884). Hoy son pocos los que conocen o han oído hablar de Allan Pinkerton, pero en su tiempo, este inmigrante escocés, tonelero primero y reconvertido espía y detective después, llegó a gozar de tanta o más fama que cualquier otro investigador real o nacido de la pluma de un escritor. Su fascinante vida quedó entretejida en la propia historia de los Estados Unidos y sus extraordinarias aventuras entraron a formar parte del imaginario más cautivador de la gran nación americana. Fundador de la Agencia de Detectives Pinkerton, prototipo decimonónico del FBI y precursor de la Interpol -el Scotland Yard americano, como así la definió la prensa británica-, Allan, y más tarde sus hijos, Robert y William, persiguieron y dieron caza a algunas de las más conocidas bandas de forajidos del Oeste americano: entre otros, los James-Younger, los Reno, los Dalton, los Farrington o el grupo salvaje de Cassady y Sundance Kid. Pero antes, el cabeza de la familia Pinkerton ya había frustrado un complot para atentar contra la vida del presidente electo Abraham Lincoln; y organizado y dirigido el Servicio Secreto de la Unión durante la Guerra de Secesión. En los años que siguieron, la Agencia, extendida por toda Norteamérica y empleada como fuerza policial por algunas de las más poderosas compañías del país, participó de muchos de los grandes casos y acontecimientos que conmocionaron a la sociedad de su tiempo (caso de la desarticulación de la organización secreta de mineros pensilvanos Molly Maguires o los terribles sucesos de la gran huelga del ferrocarril de 1877), estableciendo además eficaces vínculos con los principales cuerpos policiales europeos para el intercambio de información sobre el crimen. No obstante su innegable éxito, los métodos poco lícitos de la Agencia y su connivencia con empresarios y grandes corporaciones –que indefectiblemente la enfrentaron a las nacientes organizaciones obreras-, vinieron en detrimento de su imagen. Fue esta una de las razones que animó a Allan a publicar, con gran éxito de ventas, cerca de una veintena de títulos relatando sus propias experiencias detectivescas, obras que avanzaron en el prestigio y la fama de su empresa y que contribuyeron, en alguna medida, a limpiar su nombre e imagen. De un carácter fundamentalmente autobiográfico, no exento de cierta fabulación, constituyen documentos excepcionales, por cuanto recogen de primera mano las propias vivencias y pareceres de uno de los hombres que ayudaron a forjar un país y domesticar el Salvaje Oeste.
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