Walter Scott nació en Edimburgo en 1771, noveno hijo de un abogado. Estudió Leyes y ejerció la abogacía desde 1797; fue también, desde 1799, sheriff de Selkirkshire y, desde 1806, canciller del Tribunal Supremo de Edimburgo. Sin embargo, el Derecho no era su vocación. Desde 1792 se dedicó –pese a su cojera, secuela de la polio que contrajo durante la infancia– a recorrer los más remotos rincones de Escocia y a recoger antiguas baladas del folklore local, con las que en 1802 publicó la colección Minstrelsy of the Scottish Border, y, a partir de 1805, con The Lay of the Last Minstrel, una serie de poemas narrativos de creación propia, todos ellos de tema histórico escocés, como Marmion (1808) o La dama del lago (1810), que le valieron fama y fortuna. Invirtió secretamente en la imprenta de los hermanos Ballantyne, que publicaban sus obras, pero una grave crisis financiera le impulsó a convertirse, de forma anónima, en novelista. Inspirándose, como en sus poemas, en episodios de la historia de Escocia, publicó en 1814 Waverley, cuyo gran éxito le animó a seguir con Guy Mannering (1815) y El anticuario (1816). En 1816 inició la serie Tales of My Landlord con El enano negro y Eterna Mortalidad. Posteriormente ampliaría su campo de referencias y situaría sus argumentos fuera de Escocia: así, en Ivanhoe (1820), Kenilworth (1821), Quentin Durward (1823) o El talismán (1825). En 1827 salió finalmente del anonimato y se reconoció autor de sus novelas, que se habían convertido en modelo del relato histórico romántico, tanto entre novelistas como entre historiadores. A pesar de sus éxitos, las deudas y los apuros económicos le perseguirían toda la vida. Murió en Abbotsford en 1832.
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Colección
Clásica Maior
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Una espléndida mañana de verano a finales del siglo XVIII, mientras Europa se bate en guerra y en las islas Británicas se teme una invasión de las tropas revolucionarias francesas, dos viajeros coinciden en Edimburgo en la parada de la diligencia con destino a Fairport, en la costa oriental de Escocia. Uno de ellos es el señor de Monkbarns, cuya pasión son la arqueología y los libros antiguos: está convencido de que en sus posesiones se oculta un campamento romano. El otro es un joven apuesto y callado que solo dice llamarse Lovel y viajar tanto por negocios como por placer. Una vez en Fairport, la identidad y los propósitos del joven no solo serán la comidilla de la población sino que conducirán a arrebatados y peligrosos lances.
En El anticuario (1816), una de las obras maestras de Walter Scott −en nueva traducción de Arturo Peral, Francisco González y Laura Salas−, la imaginación romántica despliega espectacularmente todos sus personajes, paisajes y conflictos: desde imprevistas subidas de marea en una playa al borde de un acantilado hasta duelos en las ruinas de un monasterio, pasando por tesoros enterrados, cultos secretos y apariciones fantasmales. La galería de figuras es, por lo demás, impresionante: mendigos por vocación, condes lánguidos con un espantoso secreto en su pasado, capitanes pendencieros, baronets en la ruina, nigromantes alemanes y una muchacha enamorada que cree que es su «deber» no casarse por debajo de su condición. Es ésta una novela, sin embargo, en la que no es romántico todo lo que lo parece, y en la que el humor y la lucidez brillan con genialidad.
Título : El anticuario
EAN : 9788490650783
Editorial : Alba Editorial
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