Ailton Krenak es un filósofo originario: desentraña del pensamiento indígena una forma que los occidentales se habituaron a reconocer como "filosofía" y la confronta -a medida que también la acerca- con los modos especulativos europeos y otras cosmovisiones tradicionales. Dice
Krenak, en este libro, que el futuro es ancestral. Y esto de inmediato evoca a Heráclito, para quien "origen" es destino. Pero Krenak va más allá y se refiere de manera implícita y concreta a la ancestralidad como la tierra misma, pensamiento que se asemeja a las perspectivas de matriz africana. Es decir: eso que siempre estuvo ahí, como lo más cercano a nosotros en el pasado, que está ahora y estará después, como eterna presencia del ser. La lectura de los textos aquí reunidos es la experiencia de romper el espacio que nos rodea en busca de algo que todavía no se conoce, pero se presenta. Es un viaje guiado por el trance de la pasión por el descubrimiento. El Watu y los otros ríos de los que habla Krenak, junto con sus seres, son entidades vivas, lo bastante astutas para sumergirse en la tierra en busca de mantos freáticos y escapar del bullying de las planchas de cemento que intentan aprisionar su fluir, o incluso sobrevivir al ecocidio tóxico de los detritos. Pero el río también es tierra, y es árbol, está en nosotros por dentro y por fuera, en los ciclos infinitos de las metamorfosis vitales del planeta. En el Fedón, de Platón, Sócrates enseña que la filosofía es música. En la modernidad, fue equiparada con la poesía. Afines al cuidado del mundo, las palabras de
Ailton Krenak suenan musicalmente poéticas, antes de que el lector inicie su viaje por una deslumbrante filosofía de la tierra.
Muniz Sodré