Arturo Úslar Pietri, nació en Caracas, en 1906, donde morirá
en 2001. Como descendiente de un edecán de Simón Bolívar y
de dos presidentes de Venezuela —baste añadir que su abuelo
materno, el general Juan Pietri, fue presidente del consejo de
Gobierno— se crio en un ambiente de honda impronta política,
que se verá plasmada en la multitud de cargos que ocupó: tres
veces ministro —de Educación, de Hacienda y de Interior—, secretario
de la presidencia de la República, diputado y senador,
y hasta candidato a la presidencia de la República, en 1963.
Sin embargo, no es menor su importancia literaria, su otra vocación
que se remonta a 1928, cuando en enero apareció el
único número de la revista Válvula, donde publicó el editorial
«Somos» y el artículo «Forma y Vanguardia», considerados como
las directrices del movimiento vanguardista venezolano. Esta
vocación se verá fortalecida al año siguiente con su marcha a
París, para ocupar el puesto de agregado civil en la Embajada.
Durante su lustro parisino (1929-1934) no solo trabará su duradera
amistad con Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier, sino
que frecuentará a Paul Valéry, a Robert Desnos, a André Breton...
Lo que determinará su creación literaria y la convertirá en
una de las más relevantes del continente americano. Cabe solo
añadir que fue el formulador del término «realismo mágico», en
su ensayo Letras y hombres en Venezuela (1948).
Su obra literaria aborda todos los géneros, en especial el ensayo
periodístico, donde es copiosa, pero a la que se añaden siete
novelas; la primera y más conocida es Las lanzas coloradas
(1931), pero no conviene olvidar el resto, ahora reeditadas por
Drácena: La ruta de El Dorado, Un retrato en la geografía, Estación
de máscaras, Oficio de difuntos, La isla de Róbinson y La
visita en el tiempo, más sus nueve recopilaciones de cuentos.
Entre los múltiples reconocimientos, destaca el Premio Príncipe
de Asturias de las Letras, que se le concedió en 1990.