Y fui adoptando la postura de discreto papel pintado. Cuanto menos se dieran cuenta de mi existencia, menos me incordiarían y dediscreto papel pintado pasé a pared cubierta de blanco mate. Mi mimetismo llegó a ser perfecto. Me abstraía totalmente de la clase y mis pensamientos fluían del todo ajenos a lo que allí se cocía. Puse así en marcha un mecanismo de defensa de muchos animales que momentáneamente creí que funcionaba, pero que tuvo consecuencias fatales. Ante el «no sabe/no contesta», fruto de la estrategia de camuflaje, pasé a formar parte cada vez más decididamente del grupo de cuatro o cinco «tontos» de clase con quienes era mejor no invertir tiempo ni esfuerzo, con lo cual mi plan de pasar desapercibido acabó saliendo peligrosamente bien. Allí se estaba consolidando un drama del cual aún estoy pagando las secuelas. Lo tendré que dejar porque la emoción me embriaga, me paraliza el boli y hasta puede que moje levemente el papel con alguna sal... Por lo tanto, una advertencia sobre la «práctica del camuflaje»; como dicen en la tele: No intenten hacer esto en sus casas si no es bajo la supervisión de un especialista.
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