Francisco Javier Olmedo Vázquez es un autor cordobés nacido en 1980 y enamorado de la literatura de terror, digamos, "outsider" –alejada del hastío comercial–.
Allá por sexto curso de la antigua E.G.B., su profesora de lengua admiraba la imaginación que solía mostrar, aunque no acababa de convencerle sus temáticas de corte tétrico y lúgubre al no ser apropiadas para un chiquillo de tan corta edad. Intuía –la profesora– en el autor una facilidad para la escritura y la inventiva, por lo que le invitaba –por no decir «obligaba»– a escribir las obras de teatro que se representaban en su colegio cada año en navidad.
Años después, ya en el instituto, el autor se encontró fortuitamente con su profesora. Tras el entusiasmo por tan emotivo encuentro, esta mujer preguntó «¿has seguido escribiendo? ». La respuesta, lamentablemente, le produjo cierta decepción. Y es que sí, escribía, pero no más allá de las historias de fantasía que hacían de guía para las partidas de juegos de rol a las que jugaba con sus amigos del "insti".
Sus hazañas como escritor novel cesaron durante el lapso de tiempo que comprendió entre la adolescencia y los dieciocho años, pues no encontraba la vía adecuada para dar rienda suelta a su creatividad. En el año 1998, el autor comenzó la carrera de Ingeniería Informática –pues aunque siempre amó la lectura y la escritura, prefirió el estudio de la ciencia–. Fue ahí, en la primera semana del primer curso cuando conoció a su amigo Juan Luís Pérez, el cual le presentó a uno de los grandes de la literatura de terror: Howard Phillips Lovecraft.
Lovecraft puso ante el autor las herramientas para encauzar ese ideario irreal que tenía en mente atrapado desde la infancia, esa imaginería del inconsciente a la que no podía dar rienda suelta. Quedó fascinado por su cosmogonía, por la mitología que se creó a su alrededor. Tras leer la práctica totalidad de su narrativa, fue explorando su círculo de autores más reconocidos: Derleth, Howards, Ashton Smith, Bloch, Poe, Machen, W. Chambers, Ligotti, etc.
Con estas recién adquiridas herramientas, el autor comenzó a escribir un conjunto de historias de tono lovecraftiano, escritos en un principio para él y para todo aquel de su círculo de conocidos que quiso leerlos. Nunca se le ocurrió que sus relatos salieran más allá de ese círculo. Fue la insistencia continuada de los que le leyeron, y el descaro que aportan la edad y la experiencia, los motivos principales...
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