Bajé de la cama con el corazón a mil y me acerqué para observarla. Como estaba acostada de lado, la tomé para girarla y la noté algo rígida… La moví, le corrí el pelo y le dije varias veces: "¡Alejandra, Alejandra!", pero no contestaba, y yo insistía: "¡Alejandra!, ¡Alejandra, dime...
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