Jonathan Swift (1667-1745) ha sido durante mucho tiempo víctima de una leyenda negra: se decía que se había vuelto loco, quizá para no tener que tomar en serio las críticas a la sociedad y la humanidad que aparecen en su obra. Irlandés, de la minoría inglesa dominante, fue sin embargo un gran defensor del pueblo de su país, mayoritariamente pobre y católico. Swift fue eclesiástico anglicano e intervino mucho en la defensa de sus colegas en Irlanda. Al fin, para alejarlo de Londres, lo nombraron deán en Dublín. El genio satírico de Swift no se hace patente solo en
Los viajes de Gulliver, sino también en otros muchos de sus escritos polémicos, como la célebre
Modesta proposición para acabar con los niños pobres irlandeses por el simple método de comérselos.
Las luengas peregrinaciones hacen a los hombre discretos, dijo Cervantes, y lo comprobó el capitán Lemuel Gulliver tras visitar a los diminutos habitantes de Liliput, a los gigantes de Brobdingnag, a los disparatados científicos que viven en las nubes de Laputa, y a los mesurados...
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