Nací y crecí en la ciudad de Guatemala rodeado de tradiciones; desde pequeño escuché las leyendas que, poco a poco, cautivaron mi atención y a las que dediqué muchas horas de lectura y estudio. Mi niñez transcurrió en un hogar formado alrededor de tres figuras matriarcales: mi abuela, mi tía y mi madre; un hogar donde al hablar de espantos se hacía con respeto, pero también con cotidianidad. Fue allí donde mi interés por la tradición oral guatemalteca creció y se fortaleció hasta llegar a ser parte fundamental de mi vida. Escribo sobre todo ello desde que tengo memoria; incluso ahora, en la adultez, sigo haciéndolo y disfruto de los cuentos y leyendas de Guatemala, como desde aquel día en que escuché el primer relato de mi abuela.
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