Un día me hice viejo y me puse a escribir. No, espera, fue al revés: me puse a escribir y entonces me hice viejo. En realidad no sé qué pasó antes y qué pasó después, no sé cuál es la causa y cuál la consecuencia pero exactamente así es como sucedieron las cosas. Me llamo José F. Peláez y todo empezó como un juego. El juego se hizo grande, tomó vida propia y se me escapó de las manos, hasta el punto que ya no sabía si yo era José y Magnífico Margarito era un personaje o si yo era un personaje y Magnífico Margarito mi verdadero yo. Y aún hoy sigo sin tenerlo claro. En realidad, todo es un juego de máscaras y no hay mejor pseudónimo que mi propio nombre. Nadie sospecharía de él jamás.
Para los mejores columnistas, la actualidad es un elemento accesorio para su prosa, una justificación como cualquier otra para hablar de lo que consideran importante en la vida, aquello que les define. De José F. Peláez sabemos que detesta el verano, que tiene una rutina estajanovista,...
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