LORENZO BELLO TROMPETA (Alba de Tormes, Salamanca, 1874 – Barcelona, 1938), escritor, traductor y publicista. Hermano del también escritor y eminente político Luis Bello. Cursó estudios de Derecho en la Universidad Central de Madrid entre 1893 y 1894. Poco tiempo después, en 1898, se hallaba en las Filipinas, tomando parte en los trágicos sucesos de Cavite y Manila (se desconoce si movilizado o alistado voluntario; los documentos lo refieren como sargento de la Guardia Rural). Apresado por los insurrectos filipinos y libertado meses más tarde por el ejército estadounidense, el 16 de enero de 1900 retornaba a la madre patria a bordo del vapor León XIII (en Barcelona lo aguardaba su hermano Luis, que desde la tribuna de El Heraldo de Madrid lanzaba duras invectivas contra el gobierno español y su gestión de la crisis de colonias). Con todo, Lorenzo debió gustar de aquel paraíso de Indias, al que pronto regresó y del que hizo su hogar durante casi veinte años (ahora como residente de la flamante colonia americana). En 1903, se hallaba en Cagayán, trabajando para la Compañía General de Tabacos de Filipinas, pujante empresa barcelonesa fundada por el marqués de Comillas tras la caída del monopolio estatal sobre el tabaco filipino. Fue entonces que debió frecuentar los círculos literarios e intelectuales de la comunidad hispanoparlante. En 1910, el escritor y político Claro M. Recto, de ilustre nombre en aquellas tierras, le dedicaba uno de sus más conocidos poemas, Sueño de Navidad; ya por entonces Lorenzo se hacía llamar Palmerín, pseudónimo con el que firmaría muchos de sus artículos filipinos. Escribió para algunos importantes medios locales: el decenario ilustrado Excelsior (conocida es su loa al poeta español Salvador Rueda, al que tuvo oportunidad de conocer en 1915, en el transcurso de una de sus visitas al archipiélago); o el periódico anual ilustrado Día Filipino (que en su número de diciembre de 1915, lo presentaba como español filipinista, denodado, desinteresado e inteligentísimo defensor de los sacros ideales de las islas y sus habitantes, dando honra a su pluma y su persona). Ese mismo año fundaría, con otros importantes españoles e hispanistas, la Institución Cervantina de Manila, consagrada a la propagación de la lengua española. Amante de la aventura y apasionado estudioso de la navegación de Indias, emprendió en junio de 1917 su particular odisea por los mares del mundo. De esta larga travesía, que se extendió por espacio de dos años –con leve interludio en Barcelona– y le llevó de uno a otro confín, resultaron dos obras: un opúsculo publicado en Nueva York y titulado La odisea magállánica. Reseña histórica del primer viaje alrededor de la tierra (1920); y la obra que aquí se presenta, aguda crónica de aquella peregrinación ultramarina, y que en 1919 recibió el plácet para su publicación del mismísimo Ortega y Gasset, por entonces director editorial de la casa Calpe. Durante el tiempo que anduvo en nuestro país a la espera de embarque para las playas filipinas, punto de origen y destino de aquel extraordinario viaje, firmó varios artículos para los medios barceloneses (Revista Los Estados Unidos; Revista Comercial Ibero-Americana Mercurio), departiendo de la guerra o alguna etapa de su periplo; y fue nombrado asimismo delegado de la Casa de América de Barcelona en Filipinas y representante consular ante el gobierno del archipiélago. En cualquier caso, apenas pudo ejercer ambos cargos, pues en agosto de 1919 se hallaba nuevamente en España, a la que retornaba definitivamente tras casi dos décadas de extrañamiento. Se estableció en la Ciudad Condal y siguió trabajando para la CGTF. Desde entonces, escribió numerosos artículos sobre las más diversas materias, llegando incluso a polemizar con los medios más reactivos de la antigua colonia (véase el encendido debate que en 1932 mantuvo con el semanario manileño La Voz Española); y vertió además al castellano la obra Els politics del escritor y político catalanista Lluis Duran i Ventosa. Murió en Barcelona, en noviembre de 1938, en plena Guerra Civil española (aquella que tiró por tierra los sueños y ambiciones de su hermano, su sobrino –que sufriría prisión tras los sucesos revolucionarios de 1934– y los propios). Tan solo contaba 64 años. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Montjuic; una humilde esquela publicada en La Vanguardia a los dos meses de su fallecimiento así lo recordaba.