El cáncer llegó cuando me preparaba para celebrar la vida por el nacimiento de mi primer hijo. No era el primer obstáculo importante que había tenido que afrontar, pero fue una prueba definitiva. Tras un diagnóstico y pronóstico mortal en cinco hospitales, sin esperanza, mi apego a los libros, el conocimiento y la investigación me hizo explorar nuevas vías para entender no solo la enfermedad, el mundo de la medicina o la industria del cáncer, sino el imaginario que existe sobre las personas enfermas y, especialmente, la mirada sobre las mujeres. Algunos de mis descubrimientos fueron impactantes e inesperados. Mi resiliencia, cultivada durante décadas de distintas maneras sin saberlo en otras facetas y etapas, a veces a tientas, fue mi mejor medicina.
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