Entre arañazos dulces
y caricias ciegas,
supe
que no basta con querer
destrozar el cabezal,
pedir pizza entre risas
y abrazar entre miedos.
Entre besos en la frente
inesperados,
tiernos
y ciertos,
supe que dos ruinas
no sabrían quererse nunca
de verdad,
sin antes
hacerse herida.
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