Era una niña de cuatro años que corría y jugaba alegre por los campos de la hacienda con aires fríos al pie de un gran volcán, le gustaba alimentar las vacas e ir al ordeño donde bebía leche fresca, pedaleaba su coche rojo de metal. Luego de cenar y escuchar la radio en familia, se recogía para ir a dormir no sin antes leer un cuento y rezar, conciliando el sueño hasta el otro día. Su niñez fue el tesoro más grande y preciado para ella que lo guarda en su alma pues es el motor que le impulsa a seguir. Es así como nace el deseo infinito de escribir y compartir sus memorias en cuentos cortos como una ventana por donde se puede ver y sentir la vida en todo su esplendor apoyada por sus hijos y amigos que la motivan a volar por mundos reales y fantásticos en alas del amor.
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