Vanessa Gil ha vivido tantas vidas como versos tiene la Odisea de Homero. Preguntar qué esesta madrileña es cuanto menos difícil de responder. Licenciada en periodismo, trabajó en unaradio para pronto beberse los segundos y experimentar los matices de la vida. Dos becas,Florencia y Buenos Aires, le regalaron la oportunidad de saber que existían más YO. Así pues,escogió Roma para hacer algo que le hace sentir tan poderosa como cualquier personaje deMarvel, la interpretación. El arte dramático se implantó en su vida como la mejor semillacreativa. Quiso moldearlo y tocar sus múltiples texturas, es por ello que, además de actuar,comenzó a escribir sus propias obras; El último golpe, Me compraré un novio en Amazons,Ahora no o Por sexo o por amor. Fueron pequeños retazos de una pluma inquieta por seguirinvestigando en las emociones, en los pensamientos profundos o en la creación de vidasaparentemente sencillas para el ojo humano, pero que vierten un poso en la conciencia dequien las lee, las ve o las siente. Un giro de 180 grados y Vanessa se ve dando clases enCracovia, ¿por qué? Y por qué no. La vida, según ella misma expone, son etapas y quienes lashan elegido tienen muchos escenarios. En uno de todos ellos, su corazón, siempre tan libre ypasional, hubo de quedar ciego, sordo y mudo y terminar como polvo del camino. Un caminoque la hizo huir muy lejos. Canadá fue ese hospital donde se permitió el lujo de la soledad,lamer heridas pasadas y ver de frente a sus fantasmas y saludarlos. Llorar los noes, los intentosfallidos, el esfuerzo sideral por destacar, el cansancio de empezar una y otra vez… Y entonces,llegó sin esperarlo Escríbeme el final… como el bálsamo necesario para usar su vida y susmúltiples ventanas como inspiración.