Del que durante un tiempo se vio obligado a ser samurái. Adoptó la personalidad momentánea de un apache. Heredó la tradición familiar y el entrenamiento peculiar de un zeltacosaco, sin dejar de ser eternamente bergal. Recorrió los caminos del mundo, de uno a otro hemisferio desde los diecisiete años..., trabajando, aprendiendo, amando, estudiando y peleando (por llegar a ser en la industria mecánica uno de sus mejores discípulos, volcando y complementando sus ansias de conocimiento en la psicología industrial). Física y mentalmente el azar le obligó a sosegarse, meditar y recapitular a través de una invisible ecuación sobre la vida cotidiana y sus continuas mudanzas.
Posible remoto antepasado del autor, un samurái berciano-galego que por circunstancias imprevistas es vendido como esclavo en un mercado chino. Lo compra un japonés y es transportado al país del sol naciente donde hasta los diecisiete años es entrenado y preparado salvajemente como guerrero Bushi para ser instrumento de venganza de su señor daimyo. Como tal Zeltacosaco fue entrenado desde que cumplió cuatro años hasta los ocho en un pueblo montañés donde cabalgó y supo manejar los mismos instrumentos que habían manejado desde hace siglos la mejor caballería del mundo.
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