Ricardo Hernández Megías
“Recóndita armonía”, así llama el autor de la obra que hoy presentamos, a sus versos, estén o no publicados. El título, como es conocido, está tomado de la hermosa aria de Tosca, inducido quizá por la falta de oxígeno en los poemas. Y cuando digo falta de oxígeno, no quiere decir que estén ayunos de aires poéticos, sino que han permanecido en la intimidad de su creador por diversos avatares.
Juan Moreno nos trae un conjunto de poemas viejos y nuevos, como es él, en la cronología y en la creación.
Sería incapaz de incluir este poemario en el gusto de una generación, en la característica de un movimiento literario. Creo, y me expongo a equivocarme, que el autor ha creado en soledad, sin conexión alguna, dejándose conducir por sus sentimientos y su cultura y entendiéndose heredero, salvando las distancias, de todos los poetas, desde los primigenios que empezaron a escribir su vida en las Cuevas de Altamira (pinturas) y continuaron a través de los siglos mediante miles de colegas, hasta D. Francisco de Quevedo o Gabriel Celaya.
Pero volvamos a nuestro joven y viejo autor. Es joven en el conocimiento que tengamos de su obra, “Opera Prima”. Viejo, porque su naturaleza deambula por los campos de España desde que los europeos vivieran la mayor deflagración de la Historia para cambiar las fronteras del Continente, viejas cicatrices de las innumerables contiendas civiles.
La mayoría de los poemas recogidos en este libro, fueron escritos después de la prejubilación que nos ocupa, de los 60.
¿Por qué misterio, el autor dice sentir la necesidad de escribir y lo hace y aquello que resulta de lo más hondo de sí mismo es fresco, juvenil y diverso? De amor, temas sociales, de añoranza, con cultivo especial del canto a su tierra, ese pueblo natal que se columpia sobre el Zújar entre dos riberas, la andaluza y la extremeña; escogiendo la que Dios le da, las tierras pardas y austeras, de perspectivas remotas que necesitan coraje para cultivarlas.
Existe un pasaje histórico que me relata el poeta que dice sentirse inspirado por él cuando canta a su tierra:
Cuando Ciro el Grande incluyó a Mesopotamia en su inmenso imperio, los cortesanos aduladores le sugirieron quedarse en aquellas fructíferas tierras; el gran rey les contestó: “está escrito que las tierras ricas hacen a los hombres débiles.”
Es fácil colegir, de donde obtuvieron los extremeños ese valor indomable, esa fuerza espiritual imposible de doblegar que les llevó a realizar hazañas que parecen arrancadas de poemas épicos derivados de sueños.
Así es su pueblo natal para el poeta, hondo y limpio, como la fuente donde nace el Zújar, allá en la Andalucía hermana.
Los poetas precisan nostalgia y Juan la vive a raudales. El pensamiento de Rilke, es una vivencia constante en su obra, como lo era en la de Miguel Hernández, recogida en las Nanas de la Cebolla: “Desperté de ser niño…”
Juan no ha despertado, y cuando le pregunté, me respondió con una anécdota histórica a las que es tan dado:
Cuando formó parte del Primer Consulado establecido por Napoleón, después de la Revolución de 1789, el abate Sieyés, representante del Tercer Estado, que se había distinguido en toda la Revolución por no haber siquiera apuntado una sugerencia, fue interrogado sobre su inacción, y contestó con el término genial y definitorio de una actitud. “He vivido”.
Juan Moreno nos respondió igual al preguntarle por su tardanza en escribir.
Juan realizó sus estudios de segunda enseñanza en Córdoba. Ciudad que le ha dejado incólumes recuerdos. Finalizados estos estudios marcha a Madrid a realizar estudios superiores que no concreta.
Su vida profesional se ha desarrollado en una empresa de transporte aéreo, lo que ha facilitado su conocimiento de otras tierras que tanta curiosidad intelectual le ha reportado. Sobre todo, la América hispana, ese pedazo de España heredera de sus defectos y virtudes que con tanta perfección definió Bolívar: “He arado en el mar”.
R. H. M.
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