Calladamente, silenciosamente, con el ánimo sereno recibió Eduardo Rosales el triunfo que supuso obtener la primera medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864 por su “Doña Isabel la Católica dictando su testamento”, La Medalla de Honor quedó desierta por 8 votos a favor y 10 en contra, pero la primera medalla de primera clase, por 13 votos a favor y uno en contra, había dado un importante respaldo a la obra de Rosales. Las críticas adversas no le descorazonaron en esta ocasión. Quedaba claro que se había premiado la composición de la escena, hábilmente transmitida a través de un estudio naturalista de las actitudes de los personajes y un tema que entraba plenamente dentro de la filosofía de los premiados en las Exposiciones Nacionales.
Todos, incluidos los críticos que encontraban a la Reina Católica más joven que la edad que tenia al testar y otros anacronismos, se habían rendido ante la fuerza, la intensidad profunda, que el pintor había logrado al hacer resaltar la blancura dorada del lecho de Isabel y la palidez de su hermoso rostro, sosegado, como iluminado al atardecer por una claridad celeste. Todos reconocían el dibujo correcto sin el frío que le imprimió el academicismo. Se reconocía esa amplia melodía de una gama rojo amarillenta con sus modulaciones de verdes fríos y templados carmines. Se aplaudía la quieta atmósfera - ¡tan velazqueña! - de placidez, de dolor contenido, de esperanza.
También Rosales leyó este escueto y halagador juicio de Pi y Margall:
“El autor del Testamento de Isabel la Católica ha llegado a recordar a Velázquez” (La América, 25 de febrero, 1865)
Tres años, más tarde recibiría una nueva satisfacción. El crítico Charles Blanc había escrito en su crónica de la Exposición Universal de Paris que el cuadro del Sr. Rosales: “… gusta por su acento sostenido del color y por la ejecución robusta y sana. El Sr. Rosales es nada menos que un buen pintor, le recompensen o no”. Otro afamado crítico A. Bonin alaba la manera tranquila y serena –admirable– del joven Rosales en este lienzo, la finura del color, la riqueza modesta de la pasta, el hondo sentimiento sin aspavientos románticos, la intimidad de una historia de gran alcance.
Y el representante de España, el pintor Benito Soriano, en la Exposición parisina hizo constar en el informe enviado el Ministerio de Fomento: “… la primera medalla la ha obtenido –Rosales– por unanimidad siendo la única que ha tenido el honor de reunir todos los sufragios...” (Gaceta de Madrid, 18 de mayo de 1867).
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Título : El testamento de Isabel la Católica
EAN : 9788476286814
Editorial : Ediciones del Serbal S.A.
Fecha de publicación
: 1/1/11
Formato : PDF
Tamaño del archivo : 8.73 mb
Protección : Adobe DRM
El libro electrónico El testamento de Isabel la Católica está en formato PDF
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