La mansedumbre y la quietud parecen implicar casi la misma cosa, pero como la segunda tiene algo de metáfora, ilustrará la primera, por lo que hablaremos de ellas de manera distinta.
Debemos tener un espíritu manso. La mansedumbre es la facilidad de espíritu: no una facilidad pecaminosa para ser corrompido, como la de Efraín, que voluntariamente siguió el mandamiento de los príncipes idólatras; ni una simple facilidad para ser impuesto y engañado, como la de Roboam, de quien se dice que, a los cuarenta años, era joven y de corazón tierno; sino una facilidad de gracia para ser forzado por lo que es bueno, como la de aquellos a quienes se les quita el corazón de piedra y se les da un corazón de carne. La mansedumbre acomoda el alma a todo suceso, y así hace al hombre fácil para sí mismo y para todos los que le rodean. Los latinos llaman a un hombre manso mansuetus, lo que se refiere a la domesticación y el rescate de criaturas salvajes por naturaleza, y a llevarlas a ser dóciles y familiares.
Título : La mansedumbre y la quietud de espíritu
EAN : 9798201394479
Editorial : FELIPE CHAVARRO POLANÍA INC
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